martes, 29 de junio de 2010

Minicuento, poderoso el chiquitín






El relato breve, el mini cuento, está de moda.


Innumerables concursos estimulan esta forma de narración al alcance de todos. Unas pocas reglas lo dejan listo para competir en la categoría.


Su efecto más logrado es el de dar satisfacción por la tarea bien cumplida tanto a escritoras/es profesionales como a amateurs.


La microficción es un género agradecido.


Que dentro de sus características estén la de ser provocador, camaleónico e inclasificable, le da el suficiente aire como para permitir practicarlos.


Han de ser microhistorias a ser despachadas en un máximo absoluto de quince líneas, mientras menos sean mejor.


Es una narración bonsai que está recorrida por la ironía, el sarcasmo y el humor negro; todas juntas o alguna de estas variantes.


Tiene un carácter lúdico, por eso es cachondo: goza y hace gozar.


Es experimental, por eso recuerda el ambiente libre del cadáver exquisito; y aún del juego del diccionario o haikus de sobremesa.


El chileno Huidobro, los argentinos Borges y Girondo, el español Gómez de la Serna, el brasilero Oswald de Andrade o la poesía en prosa del peruano César Vallejo, ensayaron seriamente este género juguetón.


En la actualidad se han multiplicado sus cultores.


Un cuento hiper breve puede constar de una sola frase o un sólo renglón (vieja aspiración de Italo Calvino).


El más famoso entre los minis es el del guatemalteco Augusto Monterroso: "Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"; comienzo, medio y final en frasco chico.


Una buena pieza de microficción jamás termina con una moraleja o una enseñanza, nunca se juega al énfasis ni a lo doctoral.


Lo suyo es dispararse hacia el absurdo y en ese vapor rematar el cuento.


Son bromas literarias que bien merecen que las ensayemos.


¿Probamos?


NEGACIÓN
Cuando ella se le negaba, él se mostraba comprensivo; cuando ella provocaba a otros hombres, él fingía divertirse; cuando lo engañaba con descaro, él miraba hacia otro lado. Finalmente ella se cansó y le pidió el divorcio.

Raúl Brasca
Argentina, 1948




TIRO EN LA NUCA
La silenciosa práctica del tiro en la nuca tiene, por supuesto, leyes rigurosas. Su territorio son los autobuses ciudadanos. El matador debe escoger un hombre para nunca moverse del asiento a sus espaldas. Sólo una cadena de casualidades hace posible la así llamada "situación de disparo", que ocurre cuando el matador queda sentado tras el último viajante. Los choferes son cómplices, fingen que nada ven, pero en el fondo admiran el olfato de los matadores para adivinar quién será el último que querrá descender. Raramente se oye el fatídico disparo: son demasiadas las casualidades requeridas. Por eso es que bajamos tantos vivos del transporte público.

Eduardo Berti
Argentina, 1964.




EL ILUSO Y LOS INCRÉDULOS
Hace calor. En el bar un grupo de hombres miran sin mirar los polvorientos rayos de luz que se filtran a través de la persiana.
-Puedo caminar por esos rayos -dice el iluso.
Los hombres se ríen y hacen apuestas. El iluso se trepa a uno de los rayos de luz, intenta dar un paso, tambalea y se cae. Los incrédulos cobran sus apuestas.


Ana María Shua
Argentina, 1951
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2 comentarios:

  1. Me encanto el de Berti. Muy ingenioso, Lili. Gracias!

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  2. Perdona Gabi que no haya respondido a los comentarios que pusiste en el blog, hace un montón que no entraba. El mini de Berti está muy bueno, coincido. Gracias.

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