lunes, 20 de diciembre de 2010

Tita Merello, el decir dolido

b]Actriz y cantante
5b415a0a74765006f122f979f487f751(11 de octubre de 1904 - 24 de diciembre de 2002)
Nombre completo: Laura Ana Merelli




Tita Merello no necesitó crear un personaje. En sus más de setenta años de trayectoria artística, simplemente recurrió a expresar los matices de su propia vida, entregando al público lo peculiar de su personalidad.


No tuvo maestros. Tuvo abandono temprano, calle y tristeza, donde forjó la prepotencia que la caracterizó toda su vida, fiel reflejo de los papeles que le tocó interpretar en el teatro y en el cine.


Un ejemplo de esto, es aquella memorable escena, una de las mejores de todo el cine argentino, de la película "Los isleros". En ella personifica a "La Carancha" (ave nocturna que ataca y devora a los animales más pequeños), mujer agresiva que forma pareja con un hombre tranquilo, un campesino manso. En la escena ella ataca verbalmente a su hombre y este resiste, hasta que lo llama "toruno" (buey o toro castrado), entonces el hombre reacciona y le pega rebencazos hasta amansarla, para finalmente poseerla físicamente.



No nació para cantar. De joven decía con humor tangos reos. Más adelante, a medida que su repertorio se fue ampliando, al intentar sostener las notas, desafinaba. Pero tenía ángel y era aceptada por su público, tanto es así, que de varios temas realizó creaciones inolvidables y de tal magnitud, que ninguna otra cantante se atrevió a incluirlos en su repertorio sin salir mal parada.


El tango Arrabalera -del film del mismo título, basado en la obra teatral de Samuel Eichelbaum, "Un tal Servando Gómez"-, "El choclo", "Se dice de mí", "Pipistrela" y "La milonga y yo", que fuera creada especialmente para ella por el autor y compositor Leopoldo Díaz Vélez, también para una película, son emblemas de su repertorio.



Bajita, morocha, de bellas piernas, labios gruesos y sensuales, y ese gesto de mirada insinuante y provocadora, de quien todo lo sabe y todo lo ofrece. Esa era ella y su personaje. Y así fue. Buscó todo con rabia, exultante, consiguió muchas cosas pero también perdió.


[/b]




link: http://www.youtube.com/watch?v=mfBW66KSSVQ

Fue registrada como Laura Ana Merello, nacida en la calle Defensa 715, el 11 de octubre de 1904. Hija de Santiago Merello de profesión cochero. Extrañamente no figura en su partida el nombre de su madre. Cuatro años más tarde una muchacha uruguaya llamada Ana Gianelli o Ganelli, se reconoce como su madre en la misma partida de nacimiento. Su padre ya había fallecido con sólo 30 años de edad.


«Yo conocí el hambre. Yo se lo que es el miedo y la vergüenza», con estas frases comenzó el relato de los duros momentos vividos en el asilo donde pasó sus primeros años.

«Mi infancia fue breve. La infancia del pobre es más breve que la del rico. Era triste, pobre y fea». Ya más grande, declaró sin pudor, "haber hecho la calle".


Y acto seguido confiesa que ya siendo reconocida en el ambiente artístico, un periodista famoso, al saludarla y tomar su mano, luego de observarla procazmente con intenciones "non santas", le dijo: «Usted en otra vida debió haber sido cortesana.» Y ella contestó: «¿Y ahora qué soy?»


Llega al escenario al enterarse que se necesitaban coristas en un teatro cercano el puerto, de esos característicos que vemos en las películas, frecuentado por marineros y gente del bajo fondo.

Un periodista de la época lo describe como un teatrillo de mala muerte, casi pornográfico, de nombre "Ba ta clán", a partir de entonces, a las coristas se las llamó "bataclanas", y este término se convirtió en sinónimo de "mujer alegre".

Tiempo más tarde pasó a ser una "vedette" y la bautizaron "La vedette rea". En esta condición estrena la obra "Leguisamo solo", creada por el director musical de la compañía, un italiano acriollado amante del turf, Modesto Papavero, y resulta un notable éxito.







link: http://www.youtube.com/watch?v=hl6yVxlymRM


Un famoso crítico teatral que la conoció antes de los años '30 dijo de ella: «Es una de las actrices más temperamentales, más fogosas y de carácter más fuerte de la escena nacional, a la par que es muy picara, muy rápida para las réplicas, muy inteligente, e interpreta los tangos como actriz. Cada tango es un pequeña obrita de teatro.»


Comenzó en el cine con el cine mismo. Aparece en la primera película sonora argentina reconocida como tal, "Tango", del año 1933. Otras posteriores apariciones suyas fueron de "segunda damita joven", pero de personalidad opuesta a la primera actriz que hacía el papel de "cándida" y con quien, en definitiva, se quedaba el galán, todo en un marco de comedia.


Pero cuando en 1937 filma "La fuga" se revela como actriz dramática, desconcertando a productores y directores, por su naturalidad, su expresión y su desenvoltura.


Otras películas importantes de su trayectoria en el cine, que la consagran en forma definitiva, fueron: "Morir en su ley", "Filomena Marturano" (del actor y dramaturgo italiano Eduardo De Filippo), "Los isleros", "Arrabalera", "Pasó en mi barrio", "Guacho", "Para vestir santos", "Amorina" y muchas más hasta superar las cuarenta.


Con el tiempo y en pleno desarrollo de sus éxitos actorales es requerida por el teatro, la televisión y por la radio, medio, este último, en el que continuó hasta su vejez. Ya era "Tita de Buenos Aires".


Como cancionista llegó al disco en el año 1927, para el sello Odeón, con dos temas: "Te acordás reo" (de Emilio Fresedo) y "Volvé mi negra" (de José María Rizutti y letra de Fernando Diez Gómez). En el año 1929 pasa a la Victor donde graba 20 temas, destacándose "Tata ievame p'al centro", "Che pepinito" y "Te has comprado un automóvil".


Luego de un largo paréntesis vuelve a los estudios de grabación, en el año 1954, de la mano de Francisco Canaro, siendo esta su época consagratoria. Allí surgen discos inolvidables como "El choclo", "Se dice de mí", "Arrabalera", "Niño bien", "Pipistrela" y "Llamarada pasional", este último dedicado a Luis Sandrini y del cual es autora. En las décadas del sesenta y del setenta graba más de cuarenta temas, con las orquestas de Carlos Figari y Héctor Varela.


Todo lo hizo con ímpetu arrollador. Fue mujer de muchos hombres, pero siempre reconoció un solo amor, el del actor Luis Sandrini (fallecido en 1980), con el que vivió alrededor de una década y quien luego la abandonara por una actriz más joven, Malvina Pastorino (fallecida en 1994).


«Mi mejor personaje es el mío. Una actriz dramática se llora a si misma cuando interpreta un personaje teatral.»

Obtuvo premios como actriz, pero lo más importante fue el reconocimiento del público, que la consagró como un símbolo de la mujer del tango y de Buenos Aires.







link: http://www.youtube.com/watch?v=UH1x93rRXWg





Con el tiempo y los peronistas en el gobierno ella se encargará de rectificar sus despojos de identidad. Y cambiar el Merelli paterno por Merello, como bien se la conoce. Se crió en un asilo, y allí conoció el hambre y el miedo.

"Yo se lo que es la vergüenza y el miedo. Cuando estaba en el asilo, una noche me desperté con dolor de barriga, y vi con horror que mi bombachita estaba manchada de caca. Siento todavía el frío del piso debajo de mis pies yendo al baño, y mis manos debajo del agua helada, para lavarla y volver a mi cuarto sin que nadie me escuchara ni me viera, además era la única bombacha que tenia"






link: http://www.youtube.com/watch?v=KMiGOEwKSZM








En 1924, ya era una figura destacada en el teatro Maipo, integrando la compañía de Roberto Gayol, en los programas se la anunciaba como "La vedette rea".


Allí cultiva un tango de contenido humorístico, parecido al que hacía Sofía Bozán, pero con una modalidad interpretativa que se alineaba en la intencionada picardía de los cuplés y en la gracia de las tonadilleras españolas que tuvieron su apogeo en el Río de la Plata, entre 1900 y 1920.


En su estilo se recogían los elementos propios del sainete, donde se alternaba el recitado y el canto. Su versión de "Se dice de mí", su grabación más famosa y una especie de autorretrato, son el ejemplo más representativo y definen la modalidad de un repertorio, que ella siempre mantuvo, entre los límites de lo cómico y lo grotesco.


Cantando tangos, Tita Merello descubre una verdad que después explotaría en su extensa y exitosa carrera de actriz; "la gente siente las cosas de la piel para adentro", manifestó en más de una oportunidad. Ella tenía el lenguaje que le había dado la calle y perfeccionó, arriba del escenario, haciendo los sainetes.
El tango, fue su compañero de toda la vida.


Este siempre le permitió expresar lo que sentía y en ocasiones lo cantó sensible, amable, valiente y rebelde como en el caso de "Arrabalera": "Mi casa fue un corralón/ de arrabal, bien proletario/ papel de diario el pañal/ del cajón en que me crié./ Para mostrar mi blasón,/ pedigré bastante sano,/ soy Felicia Roberano,/ mucho gusto, no hay de qué." Era otra de las maneras de crear su estilo.


El escritor argentino Horacio Salas, en su libro, "El Tango", la define así: "Tita Merello asumió desde el humor la representación de los sectores marginales, que nacidos en la más extrema pobreza arribaron al centro con el objeto de sobrevivir en el mundo del tango. Algunas de las letras de su repertorio son recuerdos de la picaresca de los primeros años y representan, en la misma asunción de su origen, una burla a la tilinguería del medio pelo porteño abocado a ocultar el ámbito en que transcurren los años de la infancia y las dificultades económicas sufridas hasta que llega el momento del éxito".


La actriz

Tita Merello siempre quiso hacer teatro y la oportunidad se la brindó el actor y cómico argentino Luis Arata en 1936. Un año después iría, por primera vez, a Montevideo para hacer "Santa María del Buen Ayre". Nadie la conocía, nadie le tenía confianza. Al terminar la función, la noche del estreno, el autor, Enrique Larreta, le preguntó en los camarines, de dónde había sacado la emoción de esa noche, con la ironía, que ya formaba parte de su personalidad le respondió: "De las letras de los tangos, doctor Larreta".


Diez años después, le diría al escritor, periodista y hombre de radio argentino Héctor Bates: "Voy a ser la gran actriz de Buenos Aires. No sé cuándo, no interesa, pero lo seré y no creo que esto sea una insolencia ni una pretensión. No sé si será cuando tenga cuarenta y cinco años, pero de que lo seré, estoy convencida". Justamente a los cuarenta y cinco años, en 1949, se había convertido en la actriz que había soñado. Su papel de Filomena Marturano, lo representaría quinientas veces.


Las otras películas, en las que demostró su gran talento dramático, fueron: "Los evadidos", "Para vestir santos", "Mercado del Abasto", "Pasó en mi barrio", "Arrabalera", "Guacho". Fue, sin duda, la Ana Magnani del cine argentino, pero no una Ana Magnani en miniatura, sino entera y cabal. Pequeño era su mercado comparado con el de la artista italiana, pero igual en su genio y carisma.


Al producirse el golpe de Estado que derribó a Perón, en setiembre de 1955, Tita Merello, que se había constituido en figura descollante del cine argentino, fue definitivamente raleada. La discriminaron y la prohibieron. Le levantaron la censura a Libertad Lamarque y comenzó la de ella.


Viajó a México, en 1957, para ganarse el pan, nuevos lauros y olvidar otro dolor mucho más hondo. Luis Sandrini, el gran amor de su vida, desde que se conocieron durante la filmación de la película "Tango", en 1933, decide dejarla en soledad y casarse con la joven actriz Malvina Pastorino.


Volvería unos años después a Argentina, donde nuevamente se subiría a los escenarios, volvería a filmar, actuaría en radio y televisión, esas serían las ventanas abiertas al cariño de un público que la admiraba y adoraba como a pocas.


El historiador y presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, José Gobello, la define en forma rotunda: "Con barro de frustraciones y fuego de triunfos, fue modelada esta mujer admirable, este ídolo que vaya a saber de qué están hechos sus pies, porque todo el oro lo reservó para su corazón."


En los últimos diez años (muere en 2002) estuvo internada y cuidada en la Fundación Favaloro. Dicen que cuando se sentaba a tomar el fresco en la puerta de la Fundación Favaloro los colectiveros la saludaban haciendo sonar sus bocinas: el saludo más espontáneo y lógico para una mujer del pueblo hasta sus últimas consecuencias. A su pedido, el dinero que podría haberse destinado a flores para su funeral será entregado a la institución que la cobijó a lo largo de la etapa final.





Toda una mujer
x Álvaro Loureiro

Es cierto que a lo largo de sus 98 conscientes años hubo quienes compararon la intención y el desenfado de Tita Merello con similares atributos de Edith Piaf, mientras los especialistas en analizar temperamentos dramáticos no dejaban de referirse a la Magnani o a Bette Davis, sin olvidar al que, aquilatando el atractivo de las piernas y la carga sensual de la mirada, la asociara a la también legendaria Marlene Dietrich. El mérito de Tita, sin embargo, era, antes que todo eso, el haber sido la creadora de una imagen propia, nacida de la fibra personal de eterna sobreviviente y destinada a ser reproducida y destacada en los escenarios, el cine, la radio, los discos y la televisión.


Nadie sabe empero cómo fueron en detalle los primeros difíciles, muy difíciles tiempos de la muchachita pobre que aprendiera a leer después de cumplir 20 años, cuando comenzaba a brillar en la revista. Atrás quedaban la niñez en el medio rural -hay hasta quien sostiene que Tita vio la luz en San Ramón, Uruguay- haciendo tareas de boyerito, en medio de una orfandad que le hizo conocer las paredes de un asilo. El traslado a Buenos Aires no apuntó en principio a la esquina de Corrientes y Esmeralda sino a los adoquines del bajo, recorriendo oficios, de sirvientita a copera en la milonga y ainda mais, como deja traslucir en el libro semiautobiográfico La calle y yo.


¿Qué mejor título podrían tener las memorias de esta mina cuyo temprano atrevimiento la impulsara a plantarse delante de cualquiera, abrir los ojos, fruncir el labio superior, mostrar las piernas y decir el verso con la ironía y el tono cachador de una intérprete de primera línea? El arte entonces la transformó y le abrió caminos. El pasado fue su escuela y se reflejó en cada una de sus actuaciones. Ojos, boca y voz. Más atrás venían un cuerpo bien torneado, la melena lacia y la carga provocativa que se escapaba por los poros. No era hermosa a primera vista, pero en un par de minutos se convertía en irresistible imán.


Los primeros éxitos fueron en el viejo Bataclán y luego en el Maipo, animando cuadros tangueros en espectáculos de revista. A nadie se le ocurriría no obstante pensar, en plena década del 20 bonaerense, que esa misma Tita conquistaría, años después, el teatro "serio" para brillar no sólo en títulos como El conventillo de la Paloma, una obra un poco a su imagen y semejanza, sino además en vehículos realmente dramáticos como los que ofrecían La tigra de Florencio Sánchez, Filomena Marturano de Eduardo de Filippo o el intenso retrato de mujer abandonada que afloraba en Amorina, de Eduardo Borrás. Para llegar allí, le sirvieron el cine en donde pasó de tanguera protestona a gran figura y los discos de pasta que la radio difundía a toda hora.


La mayor parte de los temas que cantaba o decía -mejor ambos términos- habían sido escritos para Tita, o Tita se adueñaba de ellos. Tal lo que sucediera con "Arrabalera", en cuya letra dejaba bien claro cuán orgullosa se sentía de serlo, la infaltable "Se dice de mí", toda una invitación para que se la viera en camisón, la graciosa "Pipistrella", una gloriosa versión de "El choclo", "Qué hacés, qué hacés" (pronúnciese "hashés" de modo de captar toda la carga de ironía), y "La milonga y yo", en donde la frase "vamos subiendo la cuesta" le serviría de leitmotiv para colorear inolvidables participaciones en los Sábados Circulares de Mancera.


En unos y otros, con o sin el apoyo de la batuta del maestro Francisco Canaro, no hubo como Tita para pronunciar términos como "niño bien", "pretencioso", "engrupido" y otros epítetos que subrayaban que con esa mina no se jugaba. Si el feminismo no había llegado al Río de la Plata desde afuera, Tita, desde adentro, lo inventaba y patentaba. Por vivencias y elección, la Merello era una mujer independiente. Sólo siendo independiente pudo sobrevivir cercada por la miseria, el analfabetismo y los golpes y caídas en el empedrado.
Esa misma mujer independiente no se sintió más tarde disminuida al decidir dejar su carrera en un segundo plano para seguir a su amado Luis Sandrini a México o a donde fuese.


Esa especie de silencio voluntario y feliz se prolongó por casi toda la década del 40 hasta el momento en que Sandrini volviese la mirada en dirección de Malvina Pastorino. El fin de la relación no significó en absoluto el olvido para Tita por parte de quien siempre llamó el gran amor de su vida. Había habido y hubo igual otros hombres -un juvenil Tito Alonso que encarnaba a su hijo en Arrabalera la acompañó durante un tiempo-, sin desprenderse ella, por cierto, del recuerdo de aquel sentimiento que, años más tarde, la impulsaría a escribir el tema "Llamarada pasional". En el plano personal y profesional, de todas maneras, Tita se imponía el silencio y rehuía reencuentros y comentarios.


Si bien se la conocía por manifestaciones como "no soy rencorosa, pero jamás olvido a los que me golpearon, despreciaron o insultaron", las contradicciones inesperadas formaban también parte de su marca de fábrica. O quizás no, ya que, católica practicante a su manera, faltaba más, Tita se las arreglaba para bajar la guardia y permitir aflorar una generosidad pronta a apoyar innumerables obras de caridad o a solidarizarse con colegas en dificultad. En las buenas, las muy buenas y las malas, Hugo del Carril, por ejemplo, fue uno de los grandes que se le acercó y la apoyó y ella hizo otro tanto.


La Merello había bailado tangos y milongas con Tito Lusiardo, podía mostrar las uñas y sacarse chispas con Olinda Bozán en la pantalla o sobre un escenario y aceptar con entusiasmo y sabiduría papeles de mujer mayor, como lo hiciera en Los isleros y Pasó en mi barrio, obteniendo lauros de todas las tiendas. El marco peronista parecía entonces el ideal para promover el ascenso de una figura proveniente de las clases bajas que no se molestaba en ocultarlo y era capaz de enarbolarlo por dentro y por fuera de sus personajes.


Por mérito propio, la Merello fue una gran estrella en la época de Perón y, pasado el ostracismo con el cual se intentó rodearla después de la caída del líder, no hubo tantos obstáculos a la hora de reverdercer los laureles. Para recuperar posiciones, supo utilizar las armas de mujer independiente mediante las cuales se abriera camino desde niña. Es que no resultaba tarea sencilla identificar a Tita con un grupo determinado.


Más fácil, en cambio, se volvía descubrirla cerca de la gente anónima que se acercaba para pedirle ayuda o consejo. El consultorio sentimental -y existencial- de la Merello no sólo accedía a las páginas de una de las revistas de mayor venta. Más de uno se le presentaba en el estudio o en el teatro para contarle sus problemas. A las mujeres, por lo pronto, se las metía en el bolsillo cuando, entre el tango de rigor y las réplicas a Mancera, miraba a ese lente que tan bien conocía -"¡Ché, no me vayás a enfocar el bandoneón!", le lanzaba al camarógrafo señalándose el cuello y el mentón- sin dejar nunca de dirigirse a las "señoras" que la miraban y, sin duda, admiraban su sinceridad, porque sabían que, llegado el caso, se hallaban ante alguien que, con o sin razón, nunca se callaba y era capaz de poner a raya a cualquiera, desde la reina de Inglaterra para abajo.
Tita Merello se había convertido en una señora capaz de lucir un modelo con elegancia natural y, al rato, irrumpir en el estreno de un compañero sin maquillaje y de pañuelo a la cabeza.


Es probable que no haya nacido en San Ramón, por más que quería tanto a Montevideo como para mantener un apartamento en Pocitos al que se venía a descansar junto al inseparable Corbata. Los últimos años se le hicieron un poco largos en la soledad -o independencia- elegida. Es que, a lo mejor, de a ratos, Tita se olvidaba de que estaba bien acompañada por una legión de hombres y mujeres a los que emocionó, divirtió y hasta enseñó. Como no podía ser de otra manera, se fue el día de Nochebuena. (Diario La Répública, ROU)



Se dice de mí

Merello nunca renegó de su origen ni de su pasado y en un reportaje reconoció haber "hecho la calle". Hasta los 20 años fue analfabeta y fue un amante "culto" quien le enseñó a leer.


Su gran amor, fue Luis Sandrini, el hombre que la marcó eternamente y con quien compartió diez años de su vida hasta que la dejó repentinamente después de un viaje, sin explicación alguna. A ese amor, que fue público, se comenta que le escribió el tango, "Llamarada pasional", canción que tuvo un gran éxito. Cuentan sus allegados que en su casa había una silla vacía, la que usaba Sandrini y que nadie volvió a utilizarla después de él.


En 1992, la conductora televisiva Susana Giménez juntó a la veterana actriz y cantante (tenía 88 años) con la esposa de Sandrini, Malvina Pastorino. Ambas actrices aceptaron juntarse con la condición de no hablar del actor. Sin embargo en un momento del programa Merello dijo "el que te dije debe estar contento: acá estamos las dos, ella (por Pastorino) fue su mujer y yo, tal vez, haya sido su amor".


Aunque nunca fue una militante, simpatizaba con el peronismo, la fuerza popular que dominó la historia política argentina y que la legitimó socialmente. Con la caída del gobierno de Juan Domingo Perón, Tita ya no tuvo el mismo trabajo, le fueron negadas muchas posibilidades e incluso llegó a ser atacada a la salida de una radio por grupos que apoyaban al golpe militar del 55, que derrocó a Perón. Así es como fue proscripta. Para poder mantenerse trabajó recorriendo el interior del país y en parques de diversiones y circos. Luego decidió viajar a México, desde donde retornó hacia la Argentina, en 1957.


Retomó su trabajo, sorprendiendo al público con su participación en la televisión. Tita también figura entre los grandes nombres de la radio argentina: participó en ciclos con una gran repercusión, como "Mademoiselle Elise", con libro de Luis Mario Moretti y "Gorriona", con textos de Roberto Gil. Es en ese mismo medio, en la década del 70 donde emite su famosa muletilla: "Hacete el papanicolao" (examen ginecológico femenino que detecta enfermedades como el cáncer). Con el paso de los años y para ocultar su decadencia física la radio fue el medio en el cual se recluyó. En la radio trabajó hasta después de los noventa años en espacios semanales donde se convirtió en una especie de conciencia moral de los argentinos, dando mensajes de cuño cristiano.





fontes
http://literaturarioplatense.blogspot.com/2010/01/tita-merello-uno-de-los-grandes-mitos.html
http://tango.idoneos.com/index.php/Biografias/Tita_Merello
http://www.clubdetango.com.ar/articulos/tita_merello.htm

No hay comentarios:

Publicar un comentario